Gayadas de Caliman13

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Wednesday, February 13, 2008

Nadaismo al Parkinson. Jota Mario Arbelaez.

Febrero 12 de 2008
Intermedio.
Nadaísmo al Parkinson

Por: Jota Mario Arbeláez


© Todos los derechos reservados. Jorge Silva.
1974. Jota Mario Arbeláez. Líder Nadaísta.

A estas alturas de la vida, y después de contabilizar tantos bajonazos, siento que soy un ciudadano que se puede dar el lujo de caminar por las calles por donde vive sin ningún tipo de precauciones. Se acabaron esos tiempos en que me las tiraba de enemigo público número uno, emulando a la Policía y compadre del anticristo en lo religioso, para escandalizar por parejo a los profesores y al costurero de mamá, a los jueces de la República y a los representantes del clero. Los maridos celosos están en sus guarderías. Las lolitas que me aupaban cuando hacía de viejo verde ahora son profesoras. Los jubilados del barrio me esperan en el parque con el parqués. Asisto una vez por quincena a la peluquería y al salón de masajes. Mi maletín de poeta no contiene fajos de dólares sino borradores de odas. Y no ostento reloj Zen ni gafas Piaté. Lo que me gané en premios lo gasté en cucas. No me diferencio de a mucho –utilizo este caleñismo para castigar el estilo- de los mortales transeúntes que merodean. Apenas si me permito un vestido de don Jesús Valencia, que disimulo con una bufanda vieja del Corte Inglés. Resulté como Heliogábalo, el anarquista coronado, según Artaud. Alguien a quien nadie atracaría en su sano juicio.

El ex mancebo Eduardo Escobar pronostica que nos llegó la vejez y que lo peor es que se nos nota. Y uno que creía que la eternidad siempre sería joven. Vila-Matas, en El mal de Montano, libro que devoro con ansia loca, recuerda "cómo mi generación quiso cambiar el mundo y pensé que tal vez había sido mejor que aquello que soñamos no se hubiera hecho realidad". Cito de memoria, olvidándome del Alzheimer. Voy, pues, camino del cenit, con el diploma del fracaso a guisa de parasol.

Como ciudadano integérrimo y sofisticado plumífero eché quimba contra las Farc, sus minas quiebrapatas y su condenada manía secuestradora. Y he recibido bofetadas virtuales de amigotes contemporáneos de quienes nunca fui camarada, pues cuando ellos militaban en la célula yo formaba parte del tejido nadaísta (¡Quién iba a pensar que el nadaísmo duraría más que la tela de los hilos perfectos!). También marcharé en contra del paramilitarismo y el serrucho. Y cuando la sociedad se acuerde de los secuestrados por el ELN, también patonearé contra los 'elenos'.

Cuando se acabó el comunismo, es decir, cuando la hoz perdió el martillo y el martillo perdió la hoz, fueron muchos quienes voltearon hacia nosotros los ojos, en la esperanza de que -como éramos ácratas- reemplazaríamos a la sólida izquierda que se había disuelto en el aire. Pero no íbamos a conducir a nadie al poder, a ningún poder, porque contra lo que estábamos era precisamente contra el poder, contra cualquier poder. Con lo único que estamos es con la vida, así tengamos algo tembleques las manos, aunque el pensamiento no tanto.

Hemos trasegado por 50 años con nuestro disfraz de poetas por el carnaval de la violencia en Colombia. Cantando la tabla gratis contra quienes atentan contra la dignidad del ser vivo y contra la ley del embudo. El señor Alcalde de la ciudad nos ha mandado a decir que hay que celebrar esa fecha. Que planeemos una serie de eventos musicales y poéticos que podríamos llamar 'Nadaísmo al parque'.

Nadaísmo al Parkinson, pienso yo.

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