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Sunday, June 14, 2009

Inversionistas Irracionales.

Junio 12, 2009
Finanzas
Inversionistas irracionales
por Eduardo Thomson


El más complicado obstáculo para diversificar nuestro portafolio financiero es nuestro propio cerebro.

"Era la sensación de comprar un boleto de lotería, pero sabiendo que vas a ganar. Todo subía y subía", comenta Federica Bolelli, una mujer chilena de 60 años, quien comenzó a invertir en acciones de la bolsa local hace pocos años. "En poco tiempo gané suficiente como para pagarles a mis tres sobrinas, sus esposos e hijos, un viaje a un resort en República Dominicana".

Después llegó el golpe del 2008. Los mercados cayeron. Federica no se movió de su escritorio. "Hice algunas ventas, pero me quedé con algunas otras. En algún momento se recuperarán. De lo que sí estoy segura es que no habrá viajes por un tiempo", dice riendo.

La actitud de Federica en ambos escenarios ha sido tema de estudios del conductualismo financiero, un campo naciente de investigación y que combina sicología, sociología con finanzas. El primer párrafo es un ejemplo de sobreconfianza en el mercado, o lo que también se podría catalogar como conducta de rebaño. Todo el mundo ganaba con las acciones, así que, a pesar de estar relativamente cerca de la edad de retiro, prefirió apostar ya que "no había cómo perder". En el segundo, Federica prefiere mantener en su cartera de inversiones acciones que claramente le han reportado pérdidas, porque así no tiene que admitir que tomó una mala decisión de inversión. Es lo que los expertos del conductualismo financiero conocen como "disonancia cognitiva financiera". O sea, intentar justificar o racionalizar las decisiones propias para así reducir los conflictos internos (o disonancia).

Aunque algunos pueden considerarlo como un acto ocioso sin sentido, el trabajo en tal dirección es de alta relevancia. Y es que nuestro cerebro influye mucho más de lo que creemos en nuestras decisiones de inversión. Y no siempre nos ayuda a tomar la decisión más rentable. La teoría financiera dice que debemos, en resumidas cuentas, poner nuestros huevos en distintos canastos para reducir los riesgos, pero no todos lo están haciendo. La expresión es un cliché de las finanzas y la base de la teoría de portafolio que mueve miles de millones de dólares en activos financieros por todo el mundo. Pero a veces nuestro cerebro no quiere que lo hagamos, o simplemente no entendemos cómo hacerlo. "En mi línea de trabajo hablo a veces con inversionistas muy sofisticados y ni siquiera ellos entienden bien el concepto de correlación entre activos", comenta Matías Braun, socio y director de estrategia del banco de inversión IM Trust en Chile.

La diversificación a la que Braun se refiere es la teoría de que los inversionistas racionales optimizarán sus portafolios invirtiendo en una variedad de instrumentos para reducir el riesgo. El prócer de la diversificación fue Harry Markowitz y su Teoría Moderna de Portafolios, que permite a los inversionistas racionales optimizar sus carteras por medio de algunos conceptos como "fronteras eficientes", y coeficientes "beta" y "alfa", reunidos en un modelo que todos los que estudian finanzas conocen como la palma de su mano: Capital Asset Pricing Model o CAPM.

Este modelo es el que está detrás de la advertencia que los administradores de fondos mutuos o inversionistas profesionales hacen al momento de asesorarle en una inversión: "a mayor rentabilidad, mayor riesgo". O quizás en orden inverso. El concepto es que si usted voluntariamente decide que quiere mayores retornos, se está exponiendo a mayor volatilidad. Pero ¿en algún momento le comentó sobre correlaciones de activos?

La teoría dice que, según una rentabilidad esperada, una diversificación óptima llegará a tener un cierto número de instrumentos por sobre el cual no servirá diversificar más, ya que la varianza (el concepto matemático usado para describir el riesgo) no disminuirá más. ¡Voilà! He ahí un portafolio optimizado.

En el pasado la más famosa de las correlaciones era la de los bonos y las acciones. Si las acciones caían los bonos subían; o sea, su correlación era negativa. Si el precio del crudo subía, en Chile subía el precio del dólar (habría que comprar más dólares para abastecerse de crudo); la correlación era positiva. Pero lo que mucha gente no sabe es que las correlaciones pueden cambiar... y mucho.

La hecatombe financiera de septiembre de 2008 dejó eso en claro. "La correlación entre renta fija y variable debiera ser negativa en una situación normal", dice Jimena Llosa, gerenta de estrategias de inversión de la firma de administración de activos Compass Group. "Pero el año pasado, al mismo tiempo cayeron en gran magnitud las acciones de mercados emergentes, las de mercados desarrollados y los bonos investment grade de Estados Unidos. También lo hicieron los commodities, que son activos reales en los cuales puedes buscar diversificación, y los valores de las propiedades". Ante un pánico así, no hay diversificación que valga.

¿O sí? Braun, de IM Trust, menciona que justamente en este escenario estudiaron cuál sería el activo mundial con la menor correlación al resto del mundo y descubrieron que era nada menos que el yen japonés. "Fue la moneda que perdió menor valor en el pánico de fines de 2008", dice.

El cliente no tiene la razón

Pero la idea de la diversificación, al igual que otras teorías financieras, tiene un supuesto muy grande: somos racionales.

Hay mucha evidencia que muestra que los inversionistas, tanto los pequeños, como Federica, e incluso algunos institucionales, se comportan de manera claramente irracional.

Guido Balthussen, analista cuantitativo en la firma de administración de activos holandesa Robeco y ex profesor adjunto en NYU, realizó un estudio en el cual demostró con datos estadísticos que la gente tiende a usar simples reglas generales (lo que en inglés se conoce como rule of thumb, y que en español se dice coloquialmente como "al ojo") al diversificar sus inversiones. "El primer error que cometen es que consideran las ventajas de un activo en particular, sin tomar en cuenta su comportamiento dentro de una cartera", dice. "Otro error es que tienden a dividir su dinero por igual entre activos". O sea, si tengo US$ 100 para invertir y tengo cinco activos, por regla general invertiré US$ 20 en cada activo. Markowitz se revolcaría en su tumba.

Balthussen dice que este comportamiento se ve más en inversionistas individuales que institucionales, que tienden a usar instrumentos y fórmulas para optimizar sus carteras. Pero hay casos en que éstos también caen en irracionalidad. ¿Cómo explicarse si no que tantas firmas se vieran afectadas por la estafa de Bernard Madoff? Los estudiosos del conductualismo financiero apuntan a otros fenómenos de irracionalidad que atentan contra nuestras inversiones. "Sólo por mencionar algunos, están la ilusión de control, como la persona que lanza los dados en un casino que cree que puede controlar el resultado; el home bias, o sea, la tendencia a solo invertir en el propio país; el anchoring, lo que equivale a 'anclarme' a un pedazo de información y de ahí tomar mis decisiones, ignorando aquella información que vaya en contra de mi 'ancla'; o el group think, que se resume en que la gente no quiere aparecer como el que se opone a todo dentro de un grupo para no crear una mala impresión", dice Helen Simon, académica de Florida International University y experta en conductualismo financiero.

"No hay una solución a esto", dice. "Debemos tener conciencia de que toda persona es irracional y no deja de serlo al momento de invertir. Pero podemos tratar de ser racionales". Ella lo ejemplifica así: "Si construyes un modelo de cartera óptima, y si ignoras por completo cualquier otra información que esté saliendo en los diarios, o tu propia opinión personal, si tu modelo te dice que estás sobreinvertido en bonos y que debes vender, vende, aunque tu corazón te diga que no". Y es que el corazón no es el mejor consejero financiero.


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