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Monday, July 6, 2009

El tiempo de la Generación-Y

Julio 2009.
El tiempo de la Generación-Y
Por: Andrés Arias

Los nacidos entre 1978 y 1990 son los nuevos dueños de los puestos de trabajo. ¿Cómo son? ¿Cómo hablan? ¿Qué esperan de la vida? Una mirada a los jóvenes que empiezan a apoderarse del mundo.



Foto: Humberto Quevedo

Vanessa Murat, médica de 22 años, nunca ha tocado una máquina de escribir. Juliana Ronderos, cantante de jazz, de 21, jamás ha enviado una carta. Y Alejandro Arango, corredor de bolsa, de 23, no tiene la menor idea de lo que es comprar un casette (para no hablar de un disco). Es más, cuando a ellos se les pregunta sobre el tema no pueden evitar reír; todo aquello les suena lejano y viejísimo, como de los años del ruido. Su tiempo es otro. El de la informática e Internet. El de la velocidad extrema. Son miembros de la generación Y.

El experto en temas laborales Bruce Tulgan se hizo famoso hace una década cuando publicó "Managing Generation X" (Gerentes de la generación X); el libro que les enseñó a los empleadores cómo tratar a los jóvenes profesionales que florecían a finales del siglo pasado. Ahora acaba de poner en las librerías "Not everyone gets a trophy" (No todo el mundo obtiene un trofeo), donde se involucra en el mismo tema, pero con la generación Y. Para el autor todos los nacidos entre 1978 y 1990 (es decir, los que están entre los 19 y los 31 años) hacen parte de esta generación; la mayoría de ellos o están en la universidad o se encuentran en sus primeros años de vida laboral.

El libro ha conseguido llamar la atención en los mundos empresariales y psicológicos debido a su tesis central: "Los miembros de la generación Y representan la más capacitada fuerza de trabajo en la historia de la humanidad". Para sustentar semejante idea, Tulgan se apoya en algunas de las características que ha encontrado en estos jóvenes:

  • tienen un altísimo dominio de la tecnología;
  • son adictos a la información;
  • poseen una amplia visión del mundo (lo que sucede en Tokio tiene para ellos la misma relevancia de lo que ocurre en Leticia);
  • son liberales y tolerantes, casi apolíticos;
  • se adaptan fácilmente al cambio (es más, necesitan del cambio);
  • no 'tragan entero' (viven cuestionándolo todo);
  • tienen una elevada sensibilidad social y gran conciencia ecológica...
En últimas, viven a la velocidad del mundo contemporáneo, pero no de manera apurada y estresante, como lo hicieran sus antepasados los yuppies, sino con cierta fluidez. La prontitud de hoy es para ellos la única forma de vida posible. No extrañan otros tiempos porque no los conocieron.

Así -aunque les importa- el dinero no les resulta prioritario. Por eso no extraña verlos dedicados a las artes y las humanidades, en vez de buscar un futuro supuestamente más seguro estudiando materias económicas o administrativas. Son espirituales (mas no religiosos: están en contra de toda institución) y se podría decir que hasta austeros: sobre la fantasía de los años 80 de un Rolex y un Ferrari prima hoy la idea de viajar por el mundo mochileando, conocer gente y triunfar haciendo lo propio, llámese música o pintura, finanzas o leyes.

La head hunter (cazadora de talentos de alto perfil) María Cristina Mejía dice estar de acuerdo de principio a fin con lo planteado por Tulgan. Y resume: "Laboralmente hablando, los valores centrales de los miembros de la generación Y radican en que son rápidos, flexibles y adaptables al cambio". Añade que cada vez es más común el hecho de que presidentes de importantes compañías la llamen pidiéndole personas de no más de 30 años para que ocupen cargos directivos, "porque esos muchachos son flexibles y creativos -dice-; innovadores y apasionados; tienen mucha energía y además saben comunicarse: acaban con el castellano cuando hablan, pero persuaden, lo que es muy importante".

Eso por un lado.

Claroscuro

Porque por el otro, la generación Y también tiene sus defectos. El mismo Tulgan anota que los padres de estos jóvenes se preocuparon por crear 'superniños', acelerando así sus procesos de crecimiento. "De manera que por un lado maduraron muy rápidamente (con frecuencia digo que los doce años son los nuevos diecinueve) -anota-; y por el otro, deciden quedarse a vivir con sus padres aun después de haber cumplido los veinte. Su precocidad, de hecho, termina llevándolos a una larga inmadurez. Muchos psicólogos han observado que los miembros de la generación Y actúan como adolescentes precoces aun en la adultez (con frecuencia digo que los treinta son los nuevos veinte)".

Al respecto, el psiquiatra e investigador Rodrigo Córdoba dice: "Fueron fruto de la ambivalencia de sus padres, que, marcados por el hippismo y mayo del 68, no sabían si dejarlos hacer lo que quisieran o protegerlos... Y al final terminaron haciendo las dos cosas al tiempo". De ahí el que a veces los miembros de la generación Y se comporten como niños consentidos que exigen que sólo se haga lo que ellos desean, cuando ellos desean y como ellos desean. Precisamente es éste uno de los grandes temores de los empleadores frente a estos jóvenes. Tolgan anota: "Uno de los mitos más importantes en torno a ellos es aquel de que no respetan ni a sus jefes ni a sus mayores". Ahora bien, ¿es realidad?

María Cristina Mejía cree que no. O mejor: piensa que este mito sólo es verdadero hasta cierto punto. Y explica: "Ellos hacen parte de un mundo que no les ha permitido desarrollar muchos de los conceptos de respeto frente a la autoridad que había tiempo atrás, pero eso no quiere decir que sean groseros ni que desconozcan los límites. Puede que traten al jefe con cierta confianza, casi de igual a igual, o puede que de frente le digan que no están de acuerdo con su opinión, mas no van a caer en el irrespeto. Son muy inteligentes: saben hasta dónde llegar". No por nada, aun a sabiendas de que estos jóvenes no les van a hacer numerosas venias ni les van a agachar mucho la cabeza, los presidentes de las compañías los siguen buscando.

Aun así, la head hunter sí encuentra dos aspectos que no están a favor de quienes hacen parte de la generación Y. Dice que su necesidad de cambio los hace inconstantes: se desesperan con la rutina y lo dejan todo con tal de encontrar algo nuevo ("La idea de trabajar en el mismo lugar durante cinco años para ir ascendiendo hasta convertirse en gerente de un departamento, les parece absurda"). Y agrega que no son muy profundos: viven muy informados, de todo saben un poco, pero al mismo tiempo en ningún tema parecen ahondar de verdad.

Rodrigo Córdoba, por su parte, añade que en ellos es común la patología del desorden bipolar, no ya como una enfermedad mental, sino como, llamémosla así, una forma de vida. "Pasan de depresiones en las que se aíslan y no quieren saber de nada, a temporadas de gran productividad. Se mantienen en esas ondulaciones", dice, y explica que ésta, además de ser una expresión de la -inconsciente- ansiedad en la que vive la generación Y, también está relacionada con la inestabilidad de la mayoría de sus vínculos y relaciones tanto familiares como sentimentales y sexuales. Ahora viven con sus padres, mañana no. Hoy forman parte de un hogar, después no. Hoy tienen una relación con el amor de su vida, mañana (o diez minutos después) no. Hoy son heterosexuales, al rato... Cuando a Córdoba se le pide que defina en pocas palabras a la generación Y, responde sin dudarlo: "Son los impacientes".

A mil

Lina García, comunicadora social de 24 años, dice: "Tenemos mucho afán, vamos 'a la lata' y no nos detenemos a pensar. Suceden tantas cosas en un año de nuestras vidas (estudiamos, trabajamos, nos cuadramos, terminamos, nos volvemos a cuadrar), que para nosotros el pasado no tiene que ver con lo sucedido hace diez años, sino con lo que pasó hace tres meses: ese es nuestro pasado".

El ritmo acelerado de esta generación se hace presente en cada uno de sus actos, en todas sus costumbres. Para poner un ejemplo la nutricionista Carolina Camacho comenta: "Se saltan todas las comidas, pican todo el día; además, cuando se sientan, normalmente es a comer comidas rápidas. Viven de afán".

A la generación Y se le podría considerar, entonces, la de la velocidad. Pero que algo quede claro: no les molesta este ritmo, no andan en busca de parsimonia. Es que nunca se han bajado de este mundo, así que lo saben manejar.

Por eso será que Tulgan dice que son la mejor fuerza de trabajo de la historia. No se vieron enfrentados a los efectos de la globalización, ni tuvieron que vivir el pánico de pasar de la máquina de escribir al computador o del correo físico al e-mail. Nacieron y crecieron dentro de este tiempo.

Ahora empiezan a tener el control. Eso sí, tendrán que pasar unos años para saber si el experto norteamericano estaba en lo cierto o si, por el contrario, de cabo a rabo se equivocó.


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